miércoles, 27 de mayo de 2015

El circo de los horrores: Tortura (Parte II)


Cuando hablamos de Tortura y Edad Media es como cuando vas al médico: sabes cuándo entras pero no cuándo vas a salir. Aunque la tortura ha existido desde que el hombre es hombre, podemos destacar que la Edad Media es la llamada “Edad de Oro” de esta práctica. Podríamos detenernos en mil y un detalles para discernir qué etapa, si la Alta o la Baja, era la más cruel pero lo cierto es que ambas tienen su encanto.


La Alta Edad Media, se caracterizó por un cambio en el Derecho Penal, la figura del “Juramento” era la que podía exculpar del crimen a los inculpados, así como la llamada “Ordalía o Juicio de Dios” o el “Combate Judicial”. En cualquiera de los tres casos se apelaba al poder divino (“justicia inmanente”) para la resolución de los casos. La “Ordalía” consistía en interpretar los resultados de una serie de pruebas consistentes en torturas causadas por fuego o agua: se obligaba a sujetar hierros candentes, introducir las manos en una hoguera, andar con los pies desnudos sobre carbones encendidos o permanecer largo tiempo bajo el agua. Si se sobrevivía o no se resultaba muy dañado, se entendía que Dios le consideraba inocente y, literalmente,  “no debía recibir castigo alguno”.

En la Baja Edad Media en cambio, la intervención divina cedió ante la humana y, se pasó de utilizar el “Juramento” a utilizar la “Confesión”. Y claro, ¿qué mejor método puede haber para confesar que la tortura? La gente confesaba por no tener que soportar el dolor. De esta etapa encontramos varias obras pictóricas que reflejan la normalidad con la que se proferían los castigos y varias obras literarias y códices que apelaban a ella como método de justicia. Es más, desde la segunda mitad del siglo XIII hasta finales del siglo XVIII, la tortura representó el procedimiento penal ordinario de los Tribunales eclesiásticos. Hay que destacar que, en las penas medias, siempre el objetivo era que la práctica en cuestión no causara la muerte.

Referencias pictóricas

-         Varias pinturas del pintor flamenco El Bosco, obsesionado con los tormentos del infierno e influenciado por la época en la que vivió (S. XV-S.XVI) dibujaba tanto representaciones de los pecados capitales como las posibles penas y torturas que el ser humano podía recibir. El ejemplo más conocido, lo encontramos en su obra “El jardín de las delicias” 1500 (Museo del Prado, Madrid) o “El paraíso y el infierno” 1500 (Museo del Prado, Madrid)

-         La flagelación de Santa Engracia” s. XV de Bermejo

-         “Retablos de Fanlo y Buisan” s. XVI, escena de Santa Catalina con la rueda de su tortura y la espada con la que fue decapitada (Museo Diocesano de Barbastro-Monzón)


Referencias escritas

- Libro de Tubinga, 1100: en que se apela al juicio del fuego o el agua hirviendo a los hombres viles o fáciles de corromper, así como a los esclavos, ladrones, salteadores y demás malhechores.

- Summa, de Azzo s.XIII. El más antiguo e influyente tratado medieval sobre el uso de la tortura

- Tractatus de Tormentis, 1263-1286. Anónimo

- Liber iuris civiles, 1228

A día de hoy, podemos encontrar varios museos que recogen multitud de objetos relacionados con el ejercicio de la tortura como, por ejemplo, el Museo de Tortura de Toledo el de Friburgo en Alemania. Tras un recorrido por varios documentos que tratan sobre esta práctica, por mucho que nos digan que había reinos que en aquella época no utilizaban este medio de forma habitual para aplicar sus castigos, no localizamos referencias que expliciten que su uso era nulo. Es entre los siglos XVI y XVIII en los que encontramos la más grande variedad de artilugios que jamás podamos imaginar, así que vamos a intentar hacer mención y dar una breve explicación de aquellos más conocidos y/o curiosos de esta época destacada por la Inquisición y la Caza de Brujas:

EL APLASTACABEZAS
Este artilugio está destinado a reventar los huesos del cráneo. Se ponía la barbilla en la barra inferior y el casquete era empujado hacia abajo mediante el tornillo. Muy gráficamente se nos describe que “primero destrozaba la mandíbula y luego el cerebro se escurría por la cavidad de los ojos”.
Una variante sería la del “aplastapulgares” que consistía en aplastar las uñas, las falanges y los nudillos de forma lenta y progresiva.

                        















LA DONCELLA DE HIERRO
El origen de esta bella dama es motivo de controversia, algunos documentos afirman que pertenece a la Edad Media mientras que otros efectos la sitúan en la Alemania del s.XIX y utilizada para fines macabros. Lo que está claro es que la leyenda urbana de nuestra gran conocida Erzebeth Bathory la sitúan ya en el s.XVII.
 
Consistente en una especie de ataúd de unos 2m de alto y 1m de ancho aprox. con clavos de hierro en la parte interior de sus compuertas con el fin de ir cerrándolas muy despacio para ocasionar el máximo dolor. Algunas fuentes indican que el interior estaba insonorizado (por el grosor de las puertas) para no molestar a aquellos que se encontraban en el exterior. Se acostumbraba a dejar a los reos en el interior durante dos días a fin de que murieran. Como curiosidad cabe destacar la banda metalero Iron Maiden lleva su nombre.




                  
LA CUNA DE JUDAS
Este aparato consistía en una pirámide puntiaguda sobre la que se alzaba la víctima para dejarla caer unas cuantas veces con el fin de que la punta topara con la zona genital o anal. Los documentos encontrados mencionan que, a lo largo de la historia se han ido introduciendo algunas mejoras (tan frívolo como hablar de un coche de fórmula 1): adición de electricidad, añadidura de cinturón…

EL DESGARRADOR DE SENOS
Trata de una tenaza acabada en cuatro puntas afiladas que se aplicaban al rojo vivo o frías sobre los senos, desgarrándolos. Se utilizaba sobretodo en mujeres que cometían herejía, blasfemia, adulterio, aborto provocado, magia blanca erótica… El caso más famoso encontrado y recalcado en todos los textos fue el de Ana Pappenheimer, alemana condenada por brujería en el año 1600, que después de recibir su castigo tuvo que sufrir el despellejamiento y rasgamiento de sus carnes. Una vez seccionaron sus pechos, se los obligaron a comer a sus hijos.


LA RUEDA
Empleada especialmente en países como Suecia, Holanda, Italia, Francia, Escocia y Alemania, existen documentos que aseguran su uso hasta 1841 en Prusia. Este método consistía en atar a un hombre de pies y manos a una rueda lo suficientemente grande, como la de un carruaje y, una vez colocado, un verdugo especializado se dedicaba a infligir golpes suficientes como para destrozar sus huesos, sobretodo en tibias, rodillas, costillas y brazos para que quedara el cuerpo encima de la rueda como un auténtico despojo humano.



LA HORQUILLA DEL HEREJE
Una de las favoritas de la Santa Inquisición. Consistía en colocar un aro de metal, a modo de collar en el cuello del hereje, con una barra cuyo extremo terminaba en unos pinchos que a medida que se iba apretando el aro, estos se iban clavando en el cuello.
                                 
 








LA SIERRA
Se colgaba al condenado en posición invertida y se procedía a cortar con una sierra desde la zona genital hacia el ombligo o incluso, en algunos casos, el pecho. La bondad de este método radicaba en que se ponía al individuo del revés para que no muriera desangrado y asegurándose así que la “víctima” no perdía el conocimiento. Eran condenados a esta pena los homosexuales y, en especial, en la Alemania luterana los campesinos rebeldes y, en Francia, las brujas preñadas por Satanás.

EL CINTURÓN DE CASTIDAD
Consiste en una braga de hierro que tiene por finalidad provocar laceraciones, abrasiones e infecciones por el contacto directo con el metal.

LAS JAULAS COLGANTES
Su propio nombre lo indica, no era otra cosa que unas jaulas de gran tamaño dispuestas para albergar a, como mínimo, una persona. Desnudos, se colgaban en los salientes de los edificios, preferiblemente al sol desgarrador o a la intemperie. En ocasiones, se introducían gatos salvajes que eran azuzados con varillas candentes.



EL TORO DE FALARIS
Recibe su nombre por un tirano siciliano del s. VI a.C. Hecho de bronce hueco, se metía a la persona en su interior y se encendía fuego bajo la barriga del toro hasta que la cámara se convertía en un auténtico horno. Los gritos de la víctima salían por la boca del toro y hacía que pareciera que éste mugía. Cuenta la leyenda que su inventor (Perilo)  murió dentro de él mientras era presentado el proyecto a quien lo había solicitado.


No hace falta destacar que estos sólo son unos de los pocos instrumentos y métodos que eran utilizados en la época y que, en siguientes posts, nos detendremos a escudriñar entre los menos conocidos pero igual de ingeniosos.


“Res fragilis est periculosa” Ulpiano, refiriéndose precisamente a la tortura (“Situación peligrosa es frágil”)


Angie Muñoz
Estudiante de Criminología UOC
Twitter: @anxineta




Bibliografía

“La tortura”, Alec Mellor , Ed. Estela 1964 Barcelona
“La tortura”, Edward Peters, Ed. Alianza 1985 Madrid
“Discurso sobre la tortura” Juan Pablo Forner, Ed. Crítica 1990 Barcelona

* Wikipedia e informes on-line de Amnistía Internacional

No hay comentarios:

Publicar un comentario