Aunque suene a
nuevo, este anglicismo es el que utilizamos para denominar al “acoso a
profesores” de toda la vida. Mucha gente cree que, como la palabra que
utilizamos para designarlo, no deja de ser una práctica pasajera que está de
moda en un momento determinado. La realidad dista mucho de este pensamiento. Acostumbrados
a que los informativos sí adopten modas pasajeras, en muchas ocasiones caemos
en el olvido de que existan ciertas conductas delictivas. Si hoy no sale en la
tele, es que ya ha dejado de pasar…
¿Cómo surge?
Ya que el “cuándo”
es totalmente irrelevante, cabe destacar que los cambios en los sistemas
educativos y el crecimiento del sentimiento de frustración entre los estudiantes
que los sufren en primera persona, son algunos de los motivos por los que
ciertas prácticas proliferan casi sin darnos cuenta. Unas veces, dichas prácticas
recaen sobre otros menores (lo que conocemos como bulling) y, otras, sobre aquellas
personas que deberían tener cierta autoridad sobre ellos, como es el caso de
los padres o profesores.
Estos términos
vienen precedidos del prefijo “cyber”/”ciber”, algo que ya nos anuncia que esta
humillación se inflige a través de las nuevas tecnologías. Canales y redes como
Facebook, Twitter o Youtube, se están convirtiendo en plataformas, o más bien
trampolines, para sacar a la luz grabaciones de estudiantes que se dedican a
lanzar objetos a sus profesores, bajarles los pantalones, insultan o incluso
agreden de forma brutal a los que deberían ser uno más de sus “modelos a seguir”.
Medidas contra la “ciberhumillación”[1]
La importancia radica en que se
ataje el problema desde la base. Los jóvenes se desarrollan tecnológicamente a
más temprana edad que nunca, y para ello es importante que los padres empiecen
por ejercer un control de las prácticas cibernéticas cuanto antes, mejor. Cuando
hablamos de control, no hablamos de privación del uso de las mismas, sino más
bien de enseñarles qué, cómo y cuándo utilizarlas. Los educadores y otros
modelos de conducta también deben entrar en el juego. Cuánto más se trabaje
abordando un problema desde diferentes focos, más impacto y eficiencia tiene en
la persona que va a recibir la “lección”.
Hay que recordar
no sólo lo que está bien o lo que está mal, sino también advertir que estas
conductas están penadas por la Ley
y que, al “colgarlas” en la red, el nivel de anonimato no es tan alto como
ellos creen, sino que las investigaciones policiales en estos ámbitos reducidos
hacen que los agresores sean identificados con mayor rapidez.
Por tanto, los
pilares con los que trabajar son los de siempre: INFORMACIÓN, EDUCACIÓN Y
CONCIENCIACIÓN.
Todo ello ayudaría
a los menores a no alentar a sus compañeros para que ejerzan esta represión
sobre sus profesores. Que el circo no tenga espectadores lo único que provoca
es que tenga que cerrar sus puertas. Y, como no, tener en cuenta que si vamos a
enseñar, no se pueden utilizar los mismos medios que queremos reprimir en otra
persona, el fuego con fuego no se apaga; así que siempre desde el respeto y la
educación si queremos que nos entiendan y capten el mensaje.
“Inlitteratum plausum
non desidero” – Fedro (“No deseo el aplauso de los ignorantes”)
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